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Había decidido comenzar a burlarse del destino. Empezó a huir en el segundo previo de ese primer beso para buscar amores fugases en rincones oscuros sin rastros sin sombra. Dejo de pensar para dejarse llevar. Paseo mas de cien noches descalza por entre las rocas negras del acantilado, sintiendo la espuma de salitre en su piel y sintió su pelo rizado bailar con el viento, y la gravedad agarrándose a sus entrañas como nunca antes Se volvió adicta a la adrenalina recorrió más veces de las que podía recorrer las curvas de los cuerpos lejanos. Pero hubo algo que nunca cambio.